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Mostrando entradas de octubre, 2020

Ahora me toca a mí. Una historia de… ¿Terror?

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Había llegado el momento. Sentada frente al ordenador aspiró todo el aire que cabía en sus pulmones, cerró los ojos y lo soltó poco a poco. Mientras, daba golpecitos nerviosos sobre la mesa  Arkelstorp  de Ikea  con el boli azul ( Bic cristal) .  ******* “Quiero que sepan que, para mí, la Universidad dejó de ser un lugar donde se imparte enseñanza desde que se suprimió el castigo corporal y se permitió la entrada a las mujeres”. Las palabras de aquel profesor de Literatura que se apropiaba del tabaco de los estudiantes de la primera fila y que, por cierto, llegó a ser director de la Biblioteca Nacional, seguían sonando en su cerebro y atormentándola treinta años después. Recogió sus cosas, se levantó y abandonó el aula. Quizá por eso, tiempo después, hizo lo que hizo… El horror que había tenido que vivir a sus recién estrenados dieciocho la habían marcado de por vida. Se despertaba por la noche sudorosa y con palpitaciones hasta que reconocía el espacio seguro que la rodeaba y su r

Culpable, la luna

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  Había elegido aquella noche tenebrosa para pedirle matrimonio, pero la luna decidió hacerle una jugarreta y cambió el color del escenario que cuidadosamente había preparado.  Ahora todo era azul y verde… No, rojo y amarillo... No, no, era algo así como rosa chicle y gris marengo... ¿O no?  Se llevó las manos a la cabeza y se tiró de los pelos. ¡Nunca llegaría a saberlo! Lanzó con rabia la cajita con el anillo de compromiso y la estampó contra un árbol.  Ahora ni siquiera sabía si iba bien vestido, si la camisa le combinaba o no con el pantalón. ¡Ayyyy! ¡Cómo odiaba eso de ser daltónico!

¡Hasta mañana!

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  Mañana intentaré atraparte de nuevo justo en el momento en que me digas adiós. Abriré mis brazos de espuma y te abrazaré muy fuerte para que no te escapes, aunque sé que lo harás…  Volverás cada atardecer para insultar con tu grandeza a aquellos que pretenden encerrar nuestra unión en una fotografía. Tu último rayo penetrará en mi ola más fiera y yo te seguiré buscando cada día.  

Historias para no dormir

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  4:28. El sonido estridente de la alarma de un coche irrumpió de forma violenta en el descanso nocturno del vecindario. El perro del sonámbulo del 2ºA empezó a ladrar, la gata de la viuda del 3ºC no dejaba de maullar y un bebé desconocido lloraba a lo lejos, mientras la rubia del 1ºD descubría con disgusto que los ronquidos de su marido no serían lo peor de aquella noche. Desde el edificio de enfrente una voz gritó, “¡que alguien lo haga callar, por favor!” ¿A quién? ¿al coche, al perro, al gato, al bebé o al marido? Harto de que le robaran el sueño, el currela del 4ºC lanzó una bombona de butano contra el vehículo chillón y la estudiante del 2ºB ahogó un grito cuando la vio caer. No explotó, eso sí, reventó el coche. 4:30. Se paró la alarma, el perro dejó de ladrar, el gato de maullar, el bebé de llorar y la rubia intentó volver a coger el sueño. Su esposo ya no roncaba, esta vez el trozo de esparadrapo era un poco más ancho.  

¡Pues nada!

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  Vídeo finalista del I Concurso de videorrelatos "Mujer ante el Covid-19", organizado por Charter 100 Lanzarote. Pues la verdad es que no es por hacerme la chulita, pero yo, este curso de Primero de Confinamiento lo he pasado con nota, pero con nota alta, porque ¡vamos!, es que yo he hecho absolutamente de todo. Todo lo que había que hacer, lo he hecho yo. ¿Que había que ir a comprar papel higiénico? Pues yo he comprado papel higiénico. ¿Que había que salir a aplaudir? Pues yo he salido a aplaudir. ¿Que había que cantar 'Resistiré'? Pues yo he cantado resistiré. ¡Bueno!, hasta todos los retos del Facebook, todos los que había que hacer, me los he hecho yo, absolutamente todos. A ver, no vamos a mentir. Hay una cosa que no he hecho, no he hecho pan. Pero eso era para subir nota ¿no? Vamos, que no entraba dentro de las cosas obligatorias que había que hacer ¿verdad? Pues eso, que no he hecho pan. Y luego, pues bueno, como todo, ha habido cosas que me han preocupado más

¡Mamá, quiero ser artista!

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  ¡Mamá, quiero ser artista! La primera vez que lo dije tenía cinco años. Mi madre me compró un traje de flamenca, una peineta y me hizo cantar “La Zarzamora” de tablao en tablao. Pero no era eso lo que yo quería. La segunda vez, con diez, subimos de escalón. ¡Mamá, quiero ser artista! Me llevó a clases de canto y aprendí a tocar el piano, la guitarra eléctrica y el clavicordio. ¿Para qué? No lo sé, pero ya tengo más Grammys que The Beatles y Beyoncé juntos. En plena edad del pavo insistí. ¡Mamá, quiero ser artista! Me apuntó a clases de dibujo y pintura y aprendí todo tipo de técnicas: acuarela, témperas, collage, cera, acrílicos, pastel, temple, óleos, técnicas mixtas… Tengo dos exposiciones en el Louvre, una en el Guggenheim y a punto estoy de exponer en el Museo del Hermitage. Con veinte me atreví de nuevo. A ver si ahora… ¡Mamá, quiero ser artista! Se quedó pensando y empezamos con cursos de narrativa y talleres de escritura creativa. Ya tengo el Premio Planeta, el Cervantes

Una adicción como cualquier otra

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  La mujer no dudó en ponerse de pie. Era su primera vez y siempre había pensado que los malos tragos, mejor pasarlos de golpe y sin anestesia. Se quitó la chaqueta y la dejó sobre el respaldo de la silla, tenía calor… Los sofocos de la menopausia no le daban tregua. Tímidamente, cogió el micrófono con la mano que le dejaba libre el abanico. —¡Hola!, me llamo Trini y desde hace cinco años vivo de funeral en funeral. No me pierdo uno, aunque no conozca ni al fallecido ni a la familia…—cogió aire y continuó—. En mi lista de favoritos tengo los números de teléfono de todos los hospitales y de todos los tanatorios de la ciudad y alrededores. Lo primero que hago por la mañana es encender la radio para saber si ha muerto alguien y dónde será el entierro, y cada día recorto las esquelas de los periódicos, las pongo con chinchetas en una pizarra de corcho que tengo en la cocina y organizo el recorrido funerario de la jornada para que me dé tiempo a llegar a todos. Es agotador, no sé…, creo