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Mostrando entradas de mayo, 2020

Vacaciones accidentadas (III)

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La desaparición de Calima Cuando ‘La Justi’ abrió la puerta, Calima se lanzó literalmente a los brazos de su abuela, que se la comió a besos. Tras ella, entró una enfurruñada doña Jacinta, que emitió un gruñido en forma de saludo, y el subinspector Bernini. La inspectora Paola Martín, de homicidios, se había quedado un momento en el rellano informando por teléfono de su vuelta al comisario Ramales. Todo estaba preparado tal y como habían quedado. Paola abrazó fuertemente a su madre, le dio un par de sonoros besos y saludó educadamente a los cuatro especialistas que se habían trasladado hasta allí para ayudar a la niña. Dos de ellos, la psicóloga y el intérprete, eran colaboradores habituales de la Policía. Los otros dos expertos… Bueno, los otros dos a secas, una novicia y un chamán, era cosa de ‘La Justi’. La inspectora prefirió no hacer ningún comentario, no tenía fuerzas. Todavía no se había recuperado de la angustia vivida hacía apenas 48 horas. Era el último día de las

Vacaciones accidentadas (II)

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Las "viejas" saben nadar Sentado en la terminal, el subinspector Lucas Bernini volvió a mirar en la tarjeta su número de asiento. Aún no tenía muy claro cómo se había metido en ese lío, pero allí estaba, sentado junto a una señora de 84 años, a la espera de que la puerta de embarque apareciera de un momento a otro en el panel. No había ni una sola cadena de televisión que no se hubiera hecho eco de las imágenes de la inspectora Paola Martín, de homicidios, arrastrando a un sospechoso de asesinato a través de un manto de lava volcánica mientras, a su lado, su hija de cinco años caminaba a saltitos y explicaba a todo el mundo lo que había ocurrido. Doña Jacinta estaba horrorizada. Su nieta y la niña estaban allí, solas, en vete tú a saber dónde y con vete tú a saber qué gente. Tardó diez minutos en encontrar un vuelo, dos en preparar la maleta y uno en llamar a Paola al móvil y decirle, “hazme hueco que voy pa'llá ”. La inspectora no tuvo opción ni ganas d

Vacaciones accidentadas (I)

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Asesinato entre volcanes Aquellas vacaciones iban a ser especiales. Había llegado el momento de que Calima supiera el por qué de su nombre. No es que la inspectora Paola Martín, de homicidios, le fuera a explicar a su hija, con pelos y señales, los detalles de aquel apasionado y fugaz encuentro, aquel polvo en suspensión de hacía ya seis años… Pero sí, quería volver a la isla y quería hacerlo con ella. Calima estaba feliz y nerviosa, nunca había viajado en avión. Nada había cambiado, ni la luz, ni las casitas blancas, ni la forma en la que el mar y la lava habían aprendido a abrazarse. La inspectora lo recordaba todo tan bien… Soltó la maleta y se quedó mirando el azul intenso del océano antes de entrar en el apartamento que había alquilado a través de una plataforma de esas de vivienda vacacional. Cerró los ojos y extendió los brazos desnudos para que el olor a salitre impregnara su piel. Una semana, siete días y sus siete noches solo para ellas dos, sin casos, sin pris

La Justi

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Si alguien tenía información sobre lo que había pasado, esa persona era ‘ La Justi’ . No se le escapaba una, siempre estaba al tanto de todo, sabía dónde poner el ojo sin que nadie sospechara, tenía contactos por todas partes, una respuesta para cada pregunta y una solución para cada problema. Hacía ya unos cuantos años que se había convertido en la principal confidente de la inspectora Paola Martín, de homicidios. Más o menos desde que se vio obligada a aceptar una jubilación anticipada que no le hizo demasiada gracia y tuvo que dejar la empresa que tantas alegrías le había dado entre promociones de robots de cocina, reuniones ‘marujiles’ en las que conseguía encasquetar el último modelo de tupperware a las vecinas del barrio y los showroom (ahora se llamaba así) de todo tipo de productos cosméticos. “Preferimos a alguien con una imagen más joven y más fresca y tú te has ganado un más que merecido descanso”. Uyyy, aún se enfurecía al recordar las palabras y la estúpid

Dímelo por el chat si te atreves

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Sabía que tarde o temprano llegaría ese fatídico e ineludible momento. Le temblaba todo el cuerpo solo de pensarlo, aún no estaba preparada. Llevaba meses esquivando miradas y ocultándose tras las gafas de sol cada vez que salía a la calle... Intentaba llegar con el tiempo justo para no tener que dar explicaciones a nadie, utilizaba sus fuentes para buscar los datos que necesitaba y pagaba a los soplones que le facilitaban la información, con el dinero que había ido ahorrando ‘tacita a tacita’ (como decía Carmen Maura en un anuncio de la tele) por si algún día necesitaba hacerse una lipoescultura o un aumento de pecho (que vete tú a saber). Pero se acabó, ya no lo podía seguir posponiendo, ya no podía buscar más excusas, tenía que ser fuerte y asumir la realidad: la habían incluido en el grupo de Whatsapp de padres del colegio. Bueno, más bien de madres porque ellos, los pobres, abandonados a su suerte en la más absoluta minoría, se limitaban a poner algún ok o el emo