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Mostrando entradas de junio, 2020

¿Y esto cuándo lo echan?

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El taxista miraba de reojo por el espejo retrovisor, aquella extraña mujer había despertado su curiosidad. Le había dado la dirección escrita en un papel y, desde que se montó, no había dejado de gesticular y mover la boca como si estuviera manteniendo una conversación con alguien, pero sin emitir ningún sonido, y soltar alguna que otra carcajada muda, que remataba con algún que otro “pero qué graciosa eres” o “me alegro de que me hagas esa pregunta”, hasta que de repente se quedó quieta. La inspectora Paola Martín, de homicidios, estaba histérica. A pesar de llevar tres días preparándose a conciencia, practicando delante del espejo y estudiando toda la información que había encontrado en CocoCo, un perfil de Instagram muy cuqui que daba consejos de comunicación (Comunicación Con Corazón, decía), no tenía muy claro que aquella entrevista en televisión fuera una buena idea. Normalmente era ella la que hacía las preguntas. Ahora, sentada en el taxi y con la mirada perdida en sus relu

Nada es lo que parece

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                                        -       ¿Entonces? -       Habrá que decírselo… -       Sí, es absurdo seguir ocultándolo. -       Pues ya está, no lo alarguemos más, cuanto antes mejor. -       ¿Estás seguro? -       Completamente. -       La verdad es que últimamente está muy rara… La llamada del comisario Ramales hizo que la inspectora Paola Martín, de homicidios, y su compañero, el subinspector Lucas Bernini, se pusieran tensos. El modo vibración hacía que el teléfono móvil diera saltitos sobre la mesa del bar, ninguno de los dos se atrevió a descolgar. No podían decirle que no tenían ni idea de cómo había desaparecido uno de los fardos de hachís incautados en la última operación. No, ni locos, Ramales tenía muy mala leche y era mejor que no se enterase. Tendrían que dejar su conversación y sus temas personales para otro momento, ahora lo importante era localizar la droga antes de que el comisario empezara a hacer preguntas incómodas. Apuraron el café, pagaron

Los ojos de Marco Antonio

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La vuelta a la rutina después de las vacaciones no había sido como esperaba; un nudo en la boca del estómago le recordaba que no había cumplido su promesa. Miró a su hija, que estaba tratando de encajar las últimas piezas de un puz zle de princesas Disney, y perdió la noción del tiempo, como tantas otras veces, embobada ante aquellos ojazos verdes y esa tez tan morena. Suspiró, no se parecía en nada a ella. Dejó de enrollarse el pelo con el boli bic y decidió que el momento había llegado. Lo difícil iba a ser explicarle a una niña de cinco años lo del polvo en suspensión. Ella siempre había pensado en contarle lo de las florecillas, el polen y el abejorro que se largó, cuando llegara el momento, pero la realidad era muy diferente a como se la había imaginado seis años atrás y Calima exigía otro tipo de explicación.   -       ¿Tengo papá?, ¿dónde está?, ¿cómo se llama?, ¿por qué no lo he visto nunca?, ¿por qué no vive con nosotras?, ¿por qué no me llamó en mi cumple? En el cole hay