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Mostrando entradas de marzo, 2020

Ya está aquí la abuela

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-       Señorita, haga usté el favó  de subir el volumen de la tele, que sale mi nieta. Detrás de la barra, la camarera no escuchaba a doña Jacinta; estaba demasiado ocupada discutiendo con un turista que movía los brazos como si fueran aspas de molinos y escupía palabrotas en vete tú a saber qué idioma (eran palabrotas, seguro). -       ¡Que le he dicho que la cuenta está bien! –gritó, como si alzando la voz, el guiri la fuera a entender – ¿Cuántos son? F ive ¿no?, ¿pues cómo pretende pagar four si son five ? Que el niño se ha comido un menú completito, señor… A ver si me entiende de una vez: ¡ children también pagan! El hombre vio que no tenía nada que hacer, pagó la cuenta, hizo una señal a su mujer, a los suegros y al niño, y desaparecieron sin dejar propina ni nada. -       Lo que hay que aguantar. Menos mal que una sabe idiomas, porque si no… Doña Jacinta, que había permanecido callada contemplando la escena, estaba a punto de perder los nervios y la

Entre nosotras

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Miya (Miren Yaiza Curbelo Barrenetxea) dudó antes de descolgar. Desconfiaba de las llamadas de números desconocidos, pero estaba aburrida y no le venía nada mal un poco de charla. Así que se acomodó en el sofá dispuesta a seguirle el rollo a algún operador de telefonía móvil, a algún comercial de esos que trabajan para una empresa que justo te ha elegido a ti para que pruebes sus nuevos colchones o ¡quién sabe! si a algún agente de seguros que había decidido aprovechar el tirón del momento para hacer negocio. -       ¿Sí?, ¿quién es? -       Hola Miya, ¿cómo estás? -       Vaya… Así que eres tú. Todavía no le había perdonado que la dejara tirada cuando ella, sin querer, acabó matando a su vecina con un cuchillo jamonero . La inspectora Paola Martín, de homicidios, aún recordaba el día en que Lucía, la hija estudiante de DECRIM (Doble Grado en Derecho y Criminología) de su mejor amiga, la había llamado para pedirle ayuda. Se había encontrado a su madre tirada y en

Vigila el rollo, que no se escape

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Siempre le habían gustado las películas de catástrofes naturales; tsunamis que acababan con el mundo, terremotos que destrozaban el mundo, sequías que se cargaban el mundo, huracanes y ciclones que hacían volar al mundo, volcanes que explotaban y arrasaban el mundo… Pero sus favoritas eran aquellas que hablaban de enfermedades que empezaban con el mordisco de un mono (de esos con mala leche) a un misionero en alguno de esos países por ahí perdidos que no salen ni en el mapa. Ya saben la historia, el mono muerde al misionero, el misionero estornuda en la Biblia, el del poblado toca la Biblia, vienen unos cazadores de esclavos y se llevan la Biblia, al misionero, al del poblado y al mono. Y al final, el virus se extiende de tal manera que no lo para ni Neuer (o Arconada en los 80). Lo que nunca se imaginó la inspectora Paola Martín, de homicidios, es que acabaría formando parte de una de esas películas. Dentro del coche oficial olía a café. Bernini acababa de abrir e

Las nubes no huelen a nada

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-       Ave María Purísima -       Sin pecado concebida. Habla hija, ¿en qué puedo ayudarte? -       ¿De cuánto tiempo dispongo?- Le había costado dar el paso y, ya que lo hacía, quería asegurarse. El padre Miguel abrió un poquito la cortinilla del confesonario y vio a Milagritos arrodillada en uno de los bancos de la primera fila, con el rosario en la mano y la mantilla cubriéndole el pelo. Suspiró, el mismo rollo de todos los días. Pero aquella mujer que ahora esperaba pacientemente al otro lado de la celosía había despertado su curiosidad. Nunca la había visto por la iglesia y la verdad es que no le venía nada mal renovar su ya trillado repertorio de confesiones y penitencias. -       No te preocupes, hoy la cosa está tranquila, abre tu alma, cuéntame. -       Padre, ¿usted sabe a qué huelen las nubes? – dijo ella sin temblarle la voz -. Pues yo tampoco lo sabía, hasta hoy. Eso de ser inspectora de homicidios y no haber sido todavía capaz de enfrentarse a

Con diez centímetros vale

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-       A ver, desde el principio. Tómese su tiempo y explíqueme qué es lo que vio usted exactamente. -       Pero si ya se lo he contado treinta veces. -       Pues vamos a por la treinta y una. De aquí no se mueve hasta que quede todo completamente aclarado. Las tijeras de podar brillaban sobre la mesa de la sala de interrogatorios, estaba claro que alguien se había esmerado en limpiarlas concienzudamente. El vigilante de seguridad de aquellos grandes almacenes de la calle principal respondía sin ganas a las preguntas del subinspector Bernini. Mientras tanto, desde una de las esquinas, la inspectora Paola Martín maldecía una y otra vez en voz baja la mierda de café de máquina que se estaba tomando y permanecía atenta a las señales de su compañero por si tenía que intervenir. Ese tipo no le gustaba nada. -       Como todos los días, abrí la reja de seguridad, desactivé la alarma y encendí las luces. Entré y me la encontré sentada encima del mostrador de la planta

Esta casa está podrida

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Los cuatro se dejaron caer en el sofá, sin importarles ya si había chinches, cucarachas o sapos. Tenían la ropa, el pelo y la cara cubiertos de hollín, pero por fin habían conseguido apagar las llamas. Extraña forma de empezar las vacaciones. Aquella singular casa de alquiler no se parecía en nada a las fotos idílicas publicadas en internet. En el lugar donde se suponía que tenía que estar el jacuzzi y la piscina privada, se habían encontrado un charco lleno de hierbajos y todo tipo de insectos; la preciosa barbacoa junto a la que habían soñado disfrutar de las noches veraniegas entre chuletillas de cordero y chorizo parrillero, era un auténtico vertedero y, en vez de sillas, los propietarios habían decidido decorar su esperpéntica mansión con lo que parecían montículos hechos con caca seca de elefante. -       Yo ahí no me siento ni de coña – sentenció Daniela mirando a su amiga. Los ‘Super Host’ Monsieur “Le Pig” y Madame “La Guarrete” (así los rebautizaron) eran a