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Mostrando entradas de febrero, 2020

Dulce y cándida Calima

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—Mami, ¿cuántos catadores se han muerto a lo largo de la historia? La taza de café (doble, cargado y con extra de azúcar) casi se le cae de las manos. “Hoy no por favor, hoy no toca, no estoy de humor”, pensó mientras giraba la cabeza para ver bien la hora en el reloj del horno, tratando de evitar la mirada interrogante de su hija, y se tomaba un paracetamol. —A ver Calima, cariño, deja ya de mirar la caja de los cereales y tómate el zumo que se te van las vitaminas (frase típica de madre junto a ‘no me pises lo fregao’ o ‘a que voy yo y lo encuentro’).   Miró a aquella niña que con apenas cuatro años ya sabía leer y que en los últimos meses había convertido todo lo que la rodeaba en una pregunta constante. Mami por qué esto, mami por qué aquello, mami qué significa, mami cómo se hace, mami, mami, mami…   Normalmente, se sentaba y respondía tranquilamente pero hoy no. Hoy tenía un dolor de cabeza terrible, Mariana llegaría de un momento a otro y ella solo podía mirar a su hi

Un troll tiene mis calzoncillos

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La sirena del instituto sonó antes de lo previsto pero nadie se quejó. Guardó los apuntes en la mochila, el examen de Matemáticas le había salido mejor de lo que esperaba, así que se había ganado todo un fin de semana de descanso. O eso creía él. En la pantalla del móvil, el icono de la batería indicaba que le quedaba un dos por ciento. Se apagó, así que tuvo que cambiar de planes. Optó por no entretenerse e ir directo a casa para evitar problemas. Mejor dicho, para evitar más problemas, porque su vida últimamente era eso; un problema detrás de otro. ¿Por qué? No lo sabía ni él, pero si hay algo que sí sabe todo el mundo es que la vida de un adolescente está llena de dificultades, disgustos, preocupaciones, contratiempos e impedimentos. Vamos, en resumen, que la vida es injusta, superinjusta. Al doblar la esquina frenó en seco. Dos inmensos contenedores rectangulares de color blanco atravesaban la calle impidiendo el paso a los mortales. Parecían de esas casas móvil

La pistola de silicona

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En una mano llevaba un café doble, cargado, con extra de azúcar, y en la otra un cortado con condensada. No sabía para quién, pero en todas las pelis que había visto, cuando un inspector de policía se acercaba a la escena del crimen, llevaba un par de cafés en vasos de cartón y decía aquello de “¿Qué tenemos aquí?” Ahora la inspectora era ella, tenía ante sus narices su primer caso serio y estaba nerviosa, pero no iba a permitir que nadie lo notara. Así que se acercó con paso firme y seguro hasta donde estaba el cordón policial, le tendió el cortado al primer agente que se acercó, levantó la cinta de plástico, aclaró la voz y dijo: “¿Qué tenemos aquí?” -       Varón, caucásico, 40 años, metro ochenta. Mujer, ésta no sé si es caucásica o no, 55 años, metro sesenta y cinco. La inspectora de homicidios miró detenidamente a los dos sujetos que acababa de describir el agente. Tenían pinta de profes de Primaria. -       Pero si no están muertos – dijo encogiéndose de

Ya si eso, te lo pregunto luego

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“Contiene camelia, ingrediente natural con propiedades que eliminan el 90 % de las bacterias y hongos que causan molestias en tu zona V; extracto de aloe vera, ideal para la delicada piel de tu zona íntima, gracias a sus propiedad humectantes, hidratantes y suavizantes; ácido láctico que no altera el ph y la protege de los factores que generan olores y posibles irritaciones… Sin parabenos, sin cloruro de sodio adicionado, sin alcohol…” bla, bla, bla. No es que la lectura de los ingredientes de ese jabón íntimo que le habían regalado en el súper con la compra de dos botellas de aceite de oliva del bueno, fuera lo más entretenido del mundo mundial, pero era lo que tenía más a mano. La batería del móvil se le había terminado en el momento más inoportuno y se había quedado con las ganas de ver las recomendaciones de moda de Dulceida, Olivia Palermo o María Pombo, la impactante foto de la reina en biquini “que arrasa en horas” (decía el titular), o saber cuáles eran la seis

Calla, que mi perro no lo sabe

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-       Buenas tardes, tenemos una reserva, una habitación familiar, cinco miembros. El recepcionista levantó la cabeza y dirigió una mirada curiosa al grupo: Dos adultos, dos adolescentes y un… -       Perdone señora, pero es que en este hotel no se admiten… -       No lo diga, no lo diga. -       ¿Perdón? Se lo tengo que decir. -       Que no lo diga, que ya sé lo que va a decir. -       Y si lo sabe ¿por qué traen al perro con ustedes? -       ¡Hala!, ya lo dijo. Yuco levantó una oreja, sin creer lo que acababa de escuchar. “¿Ha dicho perro?, ¿un perro?, ¿dónde?, ¿desde cuándo nosotros tenemos perro?”. -       Mire – la mujer bajó el tono de su voz hasta que casi se convirtió en un susurro y se dirigió de nuevo al recepcionista - ¿no podría usted hacer la vista gorda?, ¿disimular un poco?, es que él no lo sabe, ¿me entiende? -       ¿Qué es lo que no sabe su perro? – el recepcionista no daba crédito. “¿Pero de qué perro habla este loco?, o me

Pañuelos para los Gremlins

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El sonido del teléfono, que vibraba de forma insistente sobre la mesita de  noche, la despertó cuando hacía apenas quince minutos que había conseguido  conciliar el sueño. Otra noche infernal, la número veinte... Se giró de mala gana  y miró el reloj, las 11:15, aún tenía tiempo. El móvil seguía sonando como si no hubiera un mañana y en la pantalla, el  número del colegio la alertó. Ay dios, eso solo podía significar una cosa. Descolgó. - ¿Qué ha sido ahora?, ¿una pierna?, ¿un brazo?, ¿estaba corriendo y se ha  caído? Al otro lado, la voz de la tutora de su hijo pequeño sonó risueña. - Todo está bien, no te preocupes, ¿cómo estás tú? - Cansada, pero ya queda menos. Las sesiones de radioterapia habían dejado de ser eternas. 25 le habían dicho,  hoy tocaba la número 21, así que sí, cada vez quedaba menos, aunque ni las  gasas empapadas en manzanilla ni las cremas conseguían aliviar el malestar  producido por los diez minutos diarios de radiación. - ¿Qué ha pasado? – insistió. No era n