Pañuelos para los Gremlins
El sonido del teléfono, que
vibraba de forma insistente sobre la mesita de noche, la despertó cuando
hacía apenas quince minutos que había conseguido conciliar el sueño. Otra
noche infernal, la número veinte... Se giró de mala gana y miró el reloj, las 11:15, aún
tenía tiempo.
El móvil seguía sonando como
si no hubiera un mañana y en la pantalla, el número del colegio la alertó.
Ay dios, eso solo podía significar una cosa.
Descolgó.
- ¿Qué ha sido ahora?, ¿una
pierna?, ¿un brazo?, ¿estaba corriendo y se ha caído?
Al otro lado, la voz de la
tutora de su hijo pequeño sonó risueña.
- Todo está bien, no te
preocupes, ¿cómo estás tú?
- Cansada, pero ya queda menos.
Las sesiones de radioterapia
habían dejado de ser eternas. 25 le habían dicho, hoy tocaba la número 21, así
que sí, cada vez quedaba menos, aunque ni las gasas empapadas en
manzanilla ni las cremas conseguían aliviar el malestar producido por los diez
minutos diarios de radiación.
- ¿Qué ha pasado? – insistió.
No era normal que la tutora de su hijo pequeño la llamara en pleno recreo.
- Nada grave, está muy
enfadado porque sus amigos no se creen que su madre tiene superpoderes. Les ha
contado que te están dando rayos para curarte y
que eso hace que por la
noche se te ilumine el pecho izquierdo. Solo quería comentártelo. Estábamos
hablando de energías alternativas, de la fuerza del viento, del agua y del sol y
a la hora de poner ejemplos, él te ha nombrado. Así que ya lo sabes, tienes
superpoderes, generas energía y por eso se te ilumina el pecho izquierdo.
No pudo evitar reírse, pero
su hijo no podía haber dicho eso. A ver, sinceramente, un niño de
siete años no dice pecho, tampoco dice mama ni seno.
Seamos serios, un niño
de siete años dice teta. Eso sí tenía lógica, la teta izquierda se le
iluminaba por la noche porque los rayos estaban haciendo efecto y la estaban curando.
Y ya puestos a explicarlo bien, tendrían que ser rayos gamma, por la forma de
“Y” que tenía la cicatriz.
Cuando colgó se le había
pasado el mal humor. Ya no importaba cuántas noches llevaba sin dormir
por culpa del enrojecimiento y de la inflamación del pecho (ahora sí, pecho).
Tampoco le importaba la desazón que le producía el prurito causado por las sesiones
de radioterapia, veinte, ni el cansancio acumulado por las horas
perdidas entre aeropuertos y aviones.
Nada de eso importaba, lo único
importante es que su hijo pequeño estaba convencido de que tenía superpoderes. Se
lo había contado su hermano que, con 12 años, estaba seguro de que su
madre era indestructible.
Así que activó sus
superganas de vivir, se levantó y se metió en la ducha. Se secó con mucho cuidado,
observó la cicatriz y mentalmente enumeró la rutina
de los últimos días. “Nada
de crema hidratante, nada de desodorante ni de colonia, nada de depilarte y
nada de sol”.
- Solo falta que me prohíban
comer a partir de las 12 de la noche para no convertirme en un Gremlin
malo- dijo en voz alta, y la ocurrencia le provocó una carcajada, mientras se
imaginaba a sí misma como uno de esos bichos horrendos de la peli de
Spielberg.
Porque eso sí, si tenía que ser un Gremlin, prefería ser uno de los malos,
que por lo menos se divertían; no como el bueno (no recordaba el nombre),
que se pasaba el día metido en una caja.
Gremlin o no, se le había
echado la hora encima; así que terminó de prepararse, cogió el bolso y
comprobó que llevaba todo lo necesario para pasar la noche fuera de
casa. Hoy tocaba, su madre y ella lo habían decidido así. Una vez a la semana se
quedaban a dormir en Las Palmas para poder descansar las dos del trajín
diario del coche, el avión y la guagua.
El móvil sonó de nuevo. Esta
vez, su marido le recordaba que cinco sesiones más y se acabó. “Vamos
cariño, que esto ya lo tienes dominado”.
Bajó al portal y sus padres
ya la estaban esperando. Sonrió al verles y se subió al coche.
- ¿Lo llevas todo?
- Creo que sí
- ¿El pañuelo?- preguntó su
madre.
- ¡Mierda!, me lo he dejado
en casa.
Se quitó el suyo y con un
cariño infinito se lo colocó alrededor del cuello, como le solía colocar la
bufanda cuando era pequeña.
-A veces, los Gremlins
también necesitan pañuelo- le dijo.
Me has emocionado, Arantza. Bien por tus superpoderes, por ese hijo que le cuenta así de bien las cosas a su hermano y bien por esa fuerza maravillosa que tienes. Un besazo, amiga 😘
ResponderEliminarHola guapa. No había visto tu mensaje. Muchas gracias. 😍😍😍😍😍
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