Cabos sueltos

 

—Estoy perdida.

Apoyó la frente contra la ventana deseando que las gotas de lluvia que golpeaban el cristal, golpearan también su conciencia y la dejaran libre de todo mal pensamiento. 

Que su suegra resbalara y cayera por las escaleras del chalecito de la playa, después de semanas criticando su forma de preparar la paella, o que el Lamborghini del cabronazo de su jefe se incendiara tras negarle sus merecidas vacaciones, no había sido fruto de la casualidad.

Sonrió. Todo había salido según lo previsto, pero no iba a ser ella quien lo dijera.

—Tú no tienes la culpa, Sabrina, a veces estas cosas pasan, sin más. No podemos controlar todo lo que ocurre a nuestro alrededor, ya deberías saberlo.

"A veces las cosas pasan, a veces las cosas pasan..." Eso no la ayudaba, se le agotaba la paciencia y se estaba empezando a cansar del mismo sermón. Cada jueves, la misma cantinela.

Se suponía que los ochenta euros de sesión semanal pagados a tocateja durante los seis últimos meses, cien cuando tocaba sesión de hipnosis, deberían haberle servido para aprender que no todo tiene que estar planificado, calculado y organizado según lo previamente analizado y decidido con un extremado rigor.

Eso decía el psicólogo cada vez que acudía a la cita, aunque ella no sabía actuar de otra manera.

“Las cosas que tienen que pasar, pasan sin más, y no podemos controlarlas”, repetía como un mantra tratando de convencerse a sí misma; consciente, por otra parte, de que era incapaz de hacer absolutamente nada que no estuviese controlado al milímetro. O eso creía.

Dejar un pequeño detalle, por mínimo que fuera, en manos del azar, podía costarle caro. No había lugar para el error.

No sabía muy bien qué hacía allí, mirando por aquella ventana, en la consulta de un especialista que había encontrado a través de Google. Tal vez, solo tal vez, eso también formaba parte de un plan.

Hasta ahora no le había ido tan mal. El director del banco que no le concedió el crédito, la frutera que le vendió los paraguayos pochos, el vecino que fumaba en el ascensor, el que ponía reggaetón a todo volumen los domingos por la mañana, hasta la poli que le puso la multa por aparcar dos minutos en doble fila, habían formado parte de un plan. Todos, sin excepción.

Un plan que ella había diseñado y aplicado al dedillo, estudiando cada gesto, cada movimiento, analizando gustos, manías y costumbres, aprendiéndose horarios y compañías... Era una profesional.

—Carpe diem, Sabrina, carpe diem.

El psicólogo la había animado a no planificar, a seguir sus instintos, a dejar flecos y cabos sueltos, a vivir el momento, a hacer locuras, a improvisar… “Carpe diem, Sabrina, carpe diem”.

Las últimas palabras del terapeuta sonaban y sonaban en su cabeza. “Carpe diem, Sabrina, carpe diem, vive el momento, no pienses, no analices, simplemente actúa”. Se sentía presionada, ya no aguantaba más.

Ella, sin despegar la frente del cristal de la ventana se preguntaba cuántos errores había cometido en aquel momento y cuál de ellos la delataría.

Por primera vez se había dejado llevar, había improvisado. Por primera vez en su vida no había trazado ningún plan, nada era premeditado; simplemente se había dejado llevar, había actuado, sin pensar, guiada por su instinto…

Y le gustó. Acababa de ahorrarse ochenta euros semanales.

Él, con un gesto de incredulidad congelado en el rostro, y un abrecartas clavado en la sien, yacía sobre un charco de sangre.

 

 


Comentarios

  1. ¡¡¡Que peligrosaasa!!! "Carpe diem" decía el psicoterapeuta en el suelo Uffff 😵

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  2. Me ha enganchado tanto, que quería más. Muy bueno.

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  3. Me ha encantado esa atmósfera que has ido tejiendo a lo largo de todo el relato que prepara al lector para el golpe final. Muy bien escrito

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  4. Muy buen relato. Me encanta

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  5. No cabe duda de que es una maraña de cosas que una mente enferma no asume
    y no hay forma de pararlo.Un gran relato.

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  6. Muy buen relato con un final inesperado 😘

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  7. Te superas con cada relato. Me ha encantado. Y digo yo, para cuando un libro?

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    1. Muchísimas gracias 😍. En cuanto al libro, eso son palabras mayores. 😅.

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