No molesten, estoy de parto

 


En este preciso momento son las 16.04 del 16 de febrero (eso dice el reloj del móvil), en un par de horas iré al aeropuerto a buscar a mi hermana y a mi sobrino (llegan a las 18.00) y algo más tarde, a eso de las 21.00, daré las buenas noches a mi chico grande (ya tiene cuatro años y ocho meses), volveré un poco la puerta de la habitación para que su primo y él y duerman tranquilitos, saldré al pasillo y me pondré de parto. Así, sin avisar. 

 ¡Beaaaa! Que acabo de romper aguas ("romper aguas"... Una expresión de lo más rara, pero eso es lo que ha pasado o pasará: he roto o voy a romper aguas).

Mi hermana asomará la cabeza por la puerta del baño.

Muy graciosa, pero que muy graciosa, sister. Deja de pegar esos sustos, que te faltan dos meses para salir de cuentas.

Ella es así, el líquido amniótico me estará en ese momento chorreando por las piernas y formará un gran charco al llegar al suelo, pero si mi hermana dice que faltan dos meses, entonces es que no estoy de parto. ¡Menuda es ella!, pero yo a lo mío.

Que va en serio, que estoy de parto— insistiré.

Ella mirará al suelo y soltará un “¡coño!, que es verdad”, que lo escuchará medio edificio y el señor que limpia la antorcha de la Estatua de la Libertad. 

Mi marido saldrá asustado de la cocina, sin soltar el trapo (monísimo, de cuadros verdes y blancos a juego con los muebles de la cocina) con el que estará secando los cubiertos, y se unirá a nosotras sin saber qué hacer, hasta que uno de los tres (no sé quién, aunque probablemente sea yo misma) reaccionará y decidirá establecer prioridades. 

Bea, coge la fregona y llama a casa. Carlos, las llaves del coche, nos vamos a Urgencias. (Supongo que será así o algo parecido. Soy mandona por naturaleza).

Me cambiaré la bragota (llevar tanga durante el embarazo no resulta práctico ni cómodo),  y el pantalón, aquello sigue chorreando... Cogeré la cartilla de maternidad, el móvil y el bolso. Nada más, porque no tendré nada preparado, teóricamente aún faltarán ocho semanas. 

Estaré un poco asustada… mucho… Bueno, ¿a quién pretendo engañar?, estaré muerta de miedo. 

Mi hermana también lo estará, pero mantendrá la calma. Le daré un beso y la abrazaré. En ese momento ni siquiera sabré cuándo volveré a casa ni si lo haré sola o con premio. Me tocará la barriga.

Parece que sabe que has venido y no piensa esperar dos meses más para conocer a su tía.

Sonreiré y ella también. Carlos me mirará y me meterá prisa, estará más asustado que yo. Bueno, siempre lo está. 

Aquello seguirá chorreando.

Una toalla en el asiento del copiloto y de camino al hospital (menos mal que está cerca) empezaré a llamar por teléfono.

¿Mar? Oye nada, que mañana no voy a poder ir a trabajar. Uy, nada, olvídalo, mañana es domingo, pero bueno, da igual, tampoco voy a poder ir el lunes. Sí, hija, he roto aguas, estoy de parto. ¿Avisas tú? Vale, gracias, amiga. Sí, me faltan aún dos meses. Sí, estoy tranquila, no te preocupes. Sí, Carlos te mantiene informada. Sí, Aimar está bien, hoy ha venido mi hermana, ha sido una suerte, desde luego. Sí, gracias, sé que cuento contigo. Un beso, tengo que colgar, acabamos de llegar al hospital.

No recordaré cómo iré hasta el mostrador de entrada, ni quién me traerá una silla de ruedas. Solo sé que me separarán de Carlos, me sentiré empapada, las contracciones empezarán a ser cada vez más fuertes y me colocarán todos los aparatejos habidos y por haber para controlar las constantes vitales del bebé y las mías.

¿De cuánto estás?

—32 semanas.

—Vamos a hacerte una eco.

—Vale, me hago pis, ¿puedo ir al baño?

—No.

—¿Pueden avisar a mi ginecólogo, por favor?

—No. 


¡Genial! Parece que le tocará guardia al borde de turno y yo no tendré ganas de discutir.

Vamos a pararte las contracciones, meterte en un helicóptero y mandarte para Las Palmas. Allí vas a estar mejor, aquí no tenemos incubadora para neonatos con menos de 34 semanas de gestación. 

Otro susto.

¿Pueden avisar a mi ginecólogo, por favor?

—No.

—¿Y a mi marido?

—Cuando llegue el helicóptero.

—¿Viene él también?

—No, vas tú sola con el equipo médico. Él cogerá un avión mañana por la mañana. 

—¿Ya se lo han dicho?

—No.

—¿Puedo levantarme a  hacer pis?

—No, ahora digo que te traigan una cuña.


Imposible, nunca he conseguido hacer pis en una cuña y nunca jamás lo conseguiré. Cerraré los ojos tratando de tranquilizarme, las contracciones se pararán, y sin apenas poder decirle a mi marido 'hasta mañana', me meterán en un helicóptero camino de Las Palmas.

Miraré por la ventana y tendré la sensación de que volamos muy bajo. Una médico muy agradable (esta sí) intentará distraerme, me tomará la tensión y entonces, solo entonces, me miraré el brazo y seré consciente de que alguien en algún momento me ha puesto una vía. Seguiré teniendo ganas de hacer pis, pero nada, la cuña vacía, ni una gotita.

¿Ya tienes nombre?

—Sí.

—¿Niño o niña?

—Niño.

—¿Tienes más hijos?

—Sí.

—¿Cuántos?

—Uno.

—¿Niño o niña?

—Niño.


No sé cuánto tiempo durará el viaje, pero de repente volveremos a estar en tierra firme. Y habrá luces, muchas luces… y mucha gente vestida de verde con gorros y mascarillas quirúrgicas corriendo hacia el helicóptero. Me cambiarán de camilla y atravesaremos la helisuperficie a la velocidad del rayo. En ese momento, me asaltará una duda terrible.

¿Me van a poner la epidural?, ¿a que sí?, ¿a que me la van a poner?

—Tranquila, aquí hay epidural de sobra. Pero bueno, tú ya sabes de qué va esto ¿no?

Sí, claro, pero ojalá alguien me hubiera dicho lo mismo cuatro años y ocho meses atrás, cuando en Lanzarote las mujeres aún paríamos a pelo, ¡no te jode!

Nueva ecografía.


El bebé está bien, pero vamos a hacer unas pruebas.

—¿Puedo hacer pis?

—Sí, levántate pero ten cuidado. Deja la puerta abierta, avisa si te mareas o notas algo raro.

¡Por fin!, ¡qué alivio!... Las horas sin dormir y la preocupación empezarán a pasar factura. Estaré agotada, habré perdido la noción del tiempo y el médico me dirá que si no descanso no serviré de mucha ayuda al bebé.

Me volverán a trasladar. Unas cortinas me rodearán, regalándome unos escasos metros cuadrados de intimidad. 

Más pruebas… Me dirán que me tienen que inyectar cortisona (se supone que es bueno para el desarrollo pulmonar del bebé), que me tienen que meter unos cables que conectarán con la cabecita de mi niño para poder controlar mejor sus constantes vitales, y me dirán también (otro susto) que están valorando dejarme así una semana. 

¿Una semana?, ¿sin líquido amniótico?, ¿y el riesgo de infecciones?, ¿por qué estoy aquí sola?, ¿no ha llegado aún el avión de Carlos?, ¿qué hora es?

Me quedaré dormida, o no, no lo sé. Carlos por fin llegará. 

Quieren dejarme así una semana. No sé qué me han hecho, pero he dejado de tener contracciones.

—Ya me han dicho, están valorando los riesgos.

—Pero, pero… ¡No puede ser!


Y no será. El equipo médico decidirá que lo mejor es seguir adelante con el parto. 

Oxitocina, contracciones, tendré que quedarme quieta mientras me pinchan la epidural. Ya quedará menos.

Le dirán a Carlos que aproveche para comer algo mientras me hace efecto la anestesia. Dudará, pero el estómago decide por los dos.

Me dormiré, o eso creo. Voces cercanas me devolverán a la realidad. Alguien se acercará sonriendo tras la mascarilla.

Ha llegado el momento, ¿preparada?

—¿Y Carlos?

—Aquí estoy, poniéndome el gorro y el resto de cosas.


Se reirá de una forma rara. Son los nervios…

Te vamos a ayudar. Cuando te diga, empuja. ¡Venga! Todo va a salir fenomenal. 

Empujaré… empujaré otra vez. Un último esfuerzo.


Ya está, ya está.

—¿Respira?, Carlos, dime, ¿respira? Dime si respira. No llora. ¿Por qué no llora?

—Es muy chiquitín… pero está perfecto.


Serán las 15.50 del 17 de febrero de 2008. Mi premio pesará 1.960 gramos y medirá 47 centímetros. No llorará al nacer.

Mi premio se llama Unai, siempre sonríe y mañana cumplirá 14 años.

 

 

Comentarios

  1. Ay, que me he emocionado, joder!! Mi niño. Mi niña.😥

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  2. Que hermoso relato Arantza, el milagro de la vida. El quería llegar y hacerlos más felices. Feliz cumpleaños a tu Unai, tu vaquerito. <3

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    1. Muchísimas gracias. Por suerte todo acabó bien. Y que sepas que la odisea siguió. Nació el 17 de febrero y volvimos a casa el 5 de marzo. Creo que me da para un segundo relato. 🤣🤣🤣

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  3. He viajado en el tiempo contigo y recorrido los espacios. Enhorabuena ese día y mañana. :*

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  4. Me veo reflejado, el nuestro se llama Eneko y el viernes cumplirá 13. Gracias!!

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    1. Otro premio de los gordos, entonces. 😍. Muchísimas felicidades. A disfrutar de esos 13 añazos y de todos los que vendrán después. Muchas gracias por leer y comentar. 🥰🥰🥰

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  5. Fantástico! La realidad supera a la ficción y si encima pasa por tu pluma, entonces la tragicomedia está servida! Ganas de verte, maja

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    1. Graciaaasss. Sabes lo importante que es tu opinión para mí. 😍. Ganas de verte yo a ti linda flor. 😘😘😘

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