Dímelo por el chat si te atreves




Sabía que tarde o temprano llegaría ese fatídico e ineludible momento. Le temblaba todo el cuerpo solo de pensarlo, aún no estaba preparada. Llevaba meses esquivando miradas y ocultándose tras las gafas de sol cada vez que salía a la calle...

Intentaba llegar con el tiempo justo para no tener que dar explicaciones a nadie, utilizaba sus fuentes para buscar los datos que necesitaba y pagaba a los soplones que le facilitaban la información, con el dinero que había ido ahorrando ‘tacita a tacita’ (como decía Carmen Maura en un anuncio de la tele) por si algún día necesitaba hacerse una lipoescultura o un aumento de pecho (que vete tú a saber).

Pero se acabó, ya no lo podía seguir posponiendo, ya no podía buscar más excusas, tenía que ser fuerte y asumir la realidad: la habían incluido en el grupo de Whatsapp de padres del colegio.

Bueno, más bien de madres porque ellos, los pobres, abandonados a su suerte en la más absoluta minoría, se limitaban a poner algún ok o el emoticono del puño cerrado con el dedo pulgar hacia arriba, muy de vez en cuando, como no tardó en comprobar.

-      ¡Holi, holiiii! Acabo de incluir a la mami de Calima en el grupo.
-      ¿La poli?
-      ¡Hola mami de Calima!
-      ¡Holaaaaa, bienvenida!
-      Uyyy, ¡vengaaa!, hay que organizar una cena o algo, que aún no nos hemos puesto cara todas.
-      Pues yo no estoy de acuerdo.
-      Pero es poli ¿no? A ver si ahora vamos a tener que controlar lo que decimos, no nos vaya a detener je, je, je…
-      No creo ¿no? Ay mujer, no me asustes.
-      A mí avisadme con tiempo para organizar la agenda.
-      Ok.

Aquello no empezaba demasiado bien. 27 contactos y en los primeros mensajes ya había fichado a la administradora pija (la mami de Rober), a la graciosilla del grupo, a la servicial, a la organizadora, a la pesimista, a la que todo le parecía mal, a la inocente, a la que siempre estaba ocupada… y al del ok. Era una máquina haciendo perfiles.

Sentada en el borde de la bañera, la inspectora Paola Martín, de homicidios, miraba el móvil, debatiéndose entre escribir en el chat un simple ‘gracias’ - algo sencillo, corto y rápido para quitarse de encima lo antes posible el miedo a ese primer contacto-, o darse un baño de sales, hacerse un James Bond en toda regla y prepararse un vodka con Martini seco (mezclado, no agitado), despejar la mente y relajarse antes de arriesgarse a poner nada, no se le fuera a escapar, sin querer, algún disparate de los suyos.

Era consciente de que, una vez que sus dedos (escribía con los pulgares) se posaran sobre el teclado, ya no habría marcha atrás. Tenía que ser prudente, por lo menos al principio. ¡Ah!, y elegir los emoticonos adecuados. Eso era muy, muy importante.

Paola Martín sabía que aquellos chats eran armas cargadas por el mismísimo Satanás y que una palabra mal interpretada, un signo de admiración a destiempo o una pregunta inoportuna, podrían ser motivos más que suficientes para que se cometiera un homicidio virtual. Vamos, para que la expulsaran del grupo y pusieran un cartel con su foto en la puerta del colegio declarándola madre ‘non grata’.

Empezó a notar que le faltaba el aire, soltó el smartphone, se mareo…

Consiguió acercarse a tientas al lavabo y abrió el grifo para refrescarse la cara y la nuca… El agua helada logró calmarla, alargó la mano y cogió la toalla. El olor irresistible a frescor de primavera del suavizante se introdujo por sus fosas nasales. Lo aspiró con fuerza y, sin quitarse la toalla de la cara, se volvió a sentar en el borde de la bañera para sopesar los pros y los contras (escribir ya o esperar).

Atrapó uno de sus mechones, lo enrolló con su dedo índice y observó el móvil que la miraba con actitud desafiante desde la tapa del inodoro. No recordaba en qué momento lo había dejado allí.

Se levantó, lo cogió y se lo metió en el bolsillo trasero del pantalón vaquero, cerró el tarro de las sales de baño y decidió dejar el Martini para otro momento. Un café en condiciones (y no el asqueroso aguachirri de máquina de la Comisaría), le vendría mucho mejor.

Ya más relajada, con la taza humeante (regalo del Día de la madre) sobre la mesa y la imagen de George Clooney en su mente (como cada vez que tomaba un café de esos), se armó de valor.

-      Hola a todas, buenas tardes (emoticono de carita sonriente). Gracias por incluirme. La verdad es que estoy muy tranquila y supercontenta de que a Calima le haya tocado esta clase tan fantástica. Os he investigado una a una y ¡¡genial!!, ninguna tiene antecedentes penales. (Emoticono de corazones en los ojos, emoticono de aplausos, emoticono de carita sonriente).

Cinco segundos de silencio y un mensaje en la pantalla.

“Mami de Rober te ha eliminado del grupo”.

Comentarios

  1. Encantador. Me gustaría publicarlo en Revista La Bitácora, Claro si lo permites, estaríamos encantados.

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    1. Hola Luis, claro. Muchísimas gracias. Disculpa, por no haber respondido antes. No había visto el mensaje.

      Un saludo

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  2. Esos tan temidos chats de padres y madres!!! Al final le resultó bien responder como lo hizo y deshacerse de ellos en un plís, plás. Genial como siempre!!
    Soy Charo del Face. :)

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    1. Te aseguro que no hay nada más peligroso que un chat de padres. 😅😅😅

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