¿Dónde están mis ‘manolos’?

 

Voy a contar un secreto. "¿Dónde están mis 'manolos'?" nació como parte de un experimento, de una divertida locura, de un mano a mano (en plan Silvio y Aute) con otra cuentista, amante del buen humor y de las letras como herramienta para conseguir que la dosis diaria y necesaria de risas, carcajadas y sonrisas se introduzca en nuestro organismo. Ella se llama Maite Bilbao Pérez y juntas hemos parido a Herminia y a Maripili. Ha sido un parto sin dolor. Las cuatro estamos bien.

                                   *********

Las siete de la mañana, ¿cómo puede hacer tanto ruido? Debe ser por esas cosas tan modernas que llaman tacones. Esa especie de taco de madera puntiaguda que lleva debajo de los zapatos, no sé cómo puede andar sin caerse.

Toc, toc, toc…

Y sigue… ¿cómo consigue entrar en ellos? Son tan estrechos que los dedos de los pies sufrirán tortura. ¡Tengo que quitárselos!

¿Y por qué se va a la calle tan temprano? Su marido, el pobre, marchó hace una hora, es un currante de tomo y lomo. Y ella no debería trabajar, porque las mujeres decorosas no trabajan, se dedican a su casa. ¿A dónde irá? Una mujer decente no sale a estas hora a la calle, y menos sola… ¡A saber qué estará haciendo! ¿Tendrá un amante quizás? Pobre marido, sin saberlo, con lo gentil que es. ¡Y apuesto! Y además trabajador, que sale al amanecer y regresa entrada la noche.

¡Hala! Ya la oigo bajar las escaleras, me asomaré a ver hacia dónde va. Desde esta ventana se ve bien… Pero ¡mira cómo va vestidaaaa! Parece una mujer de mala vida, con esa falda tan corta y ese escote. ¡Anda, y la vienen a buscar! ¿Quién será? Esto debería saberlo el pobre marido. ¡Si yo pudiera!...

En fin, voy a ver cómo ha dejado la casa, estará indecente seguro. Si es que no limpia nada, ni cocina y cómo cuelga la ropa, así es imposible que se seque.

¡Zas! ¡Como imaginaba! No ha hecho ni la cama, voy a ver si recojo un poco… Detente Herminia, detente, tienes que controlarte...

¡Ea!, pues ya que estoy aquí miraré el colgador, a ver si completo mi colección. No lo puedo evitar, son tan hermosas, con esos encajes, esos colores y, sobre todo, tan pequeñitas… ¡Venga!, solo una, la de color bermellón con esas tiras… ¡Uy! Se ha caído. Bueno, mejor, luego me las probaré en casa, son divinas.

 

¡Pero mira el fregaderooooo! Ha dejado todo sin recoger, ¿será guarra? Contrólate, Herminia, contrólate, no puedes hacerlo...

Mira, mejor me voy a casa, pero antes me llevo esos zapatitos de tacón que me tienen loca la cabeza con su toc, toc, toc. Los recortaré un poco y quizás les ponga algo en las suelas. Barro y paja, ¡eso amortiguará el sonido!... ¡Aquí están! ¡Chsss!, espera, oigo ruido, alguien viene… ¡Ay Dios, está abriendo la puerta!, ¿dónde me escondo? ¡Me va a pillar! Aquí llega, no tengo salvación, quizá si aguanto la respiración... que sea lo que el Santísimo quiera…

*********

 —Que sí, que sí, que no tardo, cojo la carpeta con la documentación y voy. Ve tú delante y abre el despacho. ¡Puñeteras alcantarillas!

 

Maripili cierra la puerta de la entrada de un culazo, guarda el móvil en el bolso y lo deja en el recibidor. Viene con un zapato en la mano, se le acaba de partir un tacón.

“¡Hey! No me ve, estoy aquí, ¿qué ocurre?, ¿hola?”

—Aquí está la carpeta, ¡y las llaves de la oficina!, ¡qué desastre! —Mira el reloj—. Bueno, aún tengo tiempo, aprovecharé para poner el toldo a la ropa, parece que va a llover... ¡Vaya! Otra vez se me ha vuelto a caer al patio una de mis tangas… Van tres esta semana.

Herminia sonríe de puro placer, ella sabe dónde acabará esa tanga.

Maripili se asoma a la ventana todo lo que puede y más, su tanguita de encaje con brillo y ribete de terciopelo color bermellón (el último grito de Victoria’s Secret), se ha quedado atrapada en el colgador de la vecina del segundo y parece pedir auxilio levantando las cuerditas como si fueran pequeños bracitos. Sacude la cabeza tratando de hacer desaparecer una idea tan absurda y entra en la cocina. Algo capta su atención.

—Yo juraría que cuando he salido con tanta prisa, no he recogido la taza del desayuno… No sé, a lo mejor la he metido en el lavavajillas y no me acuerdo… ¡Madre de Dios! Voy a tener que dejar de tomar tanto ginseng y jalea real. Tanta energía me está volviendo loca.

“¡Mírala y ahora se pone a recoger la señoritinga! Pero tengo el último modelo de sus, ¿cómo ha llamado a las minibragas? ¿tangas? Pues eso, otra más para mi colección. A ver si me acuerdo de dejarle alguna de las mías, que no se piense que me estoy aprovechando. Esto es un trueque de primer orden, tres tangas por una de mis hermosas bragas de hilo tamaño XXXL. Decentes, como Dios manda”.

Los cinco sentidos de Maripili se disparan. No ve nada, no escucha nada, pero empieza a sentirse incómoda. El aire se ha vuelto frío. No está sola y lo sabe.

Da una vuelta por la casa... Las camas hechas, el salón recogido, las toallas en su sitio, la ropa planchada... ¿y qué hacen sus preciosos y preciados 'manolos' fuera de su caja?

Busca el bolso, lo abre y saca el móvil.

—¿Mamá? ¿Has estado en casa?
—¿Yo? No hija,  es jueves, toca pelu. Y encima me toca tinte. ¿Va todo bien?
—Sí, sí, no te preocupes. Chao, mami, hablamos.

Cuelga, y arruga la nariz. No, nada va bien, pero no se lo va a decir a su madre. Es capaz de presentarse con una unidad completa de antidisturbios. Y otra vez...

—Otra vez ese olor a naftalina rancia. ¿De dónde vendrá?

Herminia levanta el brazo y se huele la axila. ¿Será ella? ¡pero si se bañó el año pasado!
 
“Ella sí que huele  mal, que se le va a caer la piel con tanto baño todos los días, y luego con esas cremas con olores a plantas que tiene en el toilete, como dice la finolis... ¡Por Dios! Eso tiene que ser pecado, todos los días frotándose el cuerpo… pero si cuando va a la calle se echa un perfume que deja rastro por toda la escalera. ¡Menuda peste!”

“¡Nada! Que sigue sin verme, ¿y si tiro la figura esa horrorosa que está en la entrada a ver qué hace? ¡Je, je, je, qué  malísima  que soy! Luego iré  a confesarme y asunto cerrado!”

 

¡¡¡¡Crash!!! Maripili da un brinco.

—¡Coño! ¿Y ahora qué ocurre?... ¿El jarrón que nos regaló la tía Luciana para la boda? Bueno, da igual, nunca me ha gustado.

 

Pero el jarrón no es lo único que se cae. La estantería con la colección de libros de grandes autores del siglo XX se desploma de repente, las puertas de los armarios de la cocina se abren y se cierran anunciando tormenta, y sus ‘manolos’ han cobrado vida y empiezan a correr solos por toda la casa, hasta que se detienen frente a las cortinas del salón que acaban rasgadas y en el suelo.

 

“¡Qué costalazo me acabo de pegar!, no sé cómo puede caminar con estas cosas”. 


Herminia no se puede levantar. Se queja, el golpe ha sido duro y le duele terriblemente la rabadilla. ¿Y ahora?

 

Cada vez hace más frío y no por culpa del aparato de aire acondicionado. Hace un mes que el marido de Maripili se comprometió a arreglarlo, pero nada.

 

Algo se mueve entre las cortinas y en el ventanal aparece un misterioso mensaje; un simple ¡Ay!

 

Maripili lanza un suspiro de alivio. Todas las piezas del puzle empiezan a encajar.

 

—¡Joder, Herminia!, ¿otra vez?, ¿es que nunca me voy a poder librar de ti? Estoy harta ¿sabes?, la gente tiene como mascotas perros, gatos, periquitos…, hasta hurones. Pero yo, yo tengo una fantasma pesada de la Edad Media, que ahora se ha trasladado a vivir a mi edificio y que de vez en cuando entra en mi vida y la pone patas arriba. Porque sé que vives en el segundo, no lo negarás. ¡Esto se tiene que acabar!, ¿me oyes?

 

“Ayyyy, sí, sí te oigo… Pero chica, ¿qué quieres que haga? Me vuelven loca tus tangas”.

Comentarios

  1. Maripili..escucha! Soy tu fantasma, Herminia. Que sepas que me voy a quedar con tus manolos, me elevan a otro nivel. Tuya siempre.

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    1. 🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣

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  2. como siempre la sorpresa, en forma divertida la encuentras en estas publicaciones.

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  3. Jajaajajajajajajaj me encantaaaaaaaaaaa... Como siempre suspense hasta el final jajajajaj

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  4. Inesperado final. 😄😄😄😄

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