2080

 


15 de marzo de 2080. Han pasado más de sesenta años de la gran crisis y los habitantes del planeta Tierra se han acostumbrado a vivir en un espacio completamente aséptico. Una gran cápsula transparente protege a la humanidad y otras especies (animal o vegetal, da igual) de cualquier germen que pueda llegar desde el espacio exterior. Para reforzar la seguridad, inmensos dispensadores ambientales y bacteriostáticos, con forma de columnas dóricas, distribuidos estratégicamente a lo largo y ancho de la superficie terrestre, expelen a través de sus estrías miles de partículas protectoras que se cuelan en el aparato respiratorio de todo bicho viviente. Tres “fsss” cada treinta minutos…

Es domingo y, como cada último día de la semana, toca vestir de azul; azul hielo concretamente, es fin de mes. Carola se prepara para el ritual. Tiene 17 años, los mismos que tenía su abuela en 2020. Le gustaría poder elegir la ropa que se va a poner cada día, como hacían los antiguos habitantes, pero las normas son las normas, así que se acerca al armario, que le da los buenos días tras escanearle la retina, y le muestra su interior.

La joven estira el brazo hacia la única percha que se ilumina y abre una bolsa sellada al vacío para extraer de ella un buzo azul de elastano que se le ajusta al cuerpo como una segunda piel. Baja las escaleras corriendo, se retoca los labios en el espejo de la entrada y se pone el casco reglamentario. Perfecta, salvo por un pequeño detalle. Uno de los laterales de sus bragas futuristas tan de moda se le ha quedado atrapado entre los glúteos y no tiene ni tiempo ni ganas de quitarse el ajustado traje para ponerlas en su sitio y que dejen de molestarle.

Nadie la ve, así que con los dedos índice y pulgar de la mano derecha se palpa la nalga en cuestión hasta que a través de la tela consigue hacer pinza y atrapa la braga para sacársela literalmente del culo (sí, siento decirlo, pero en el futuro es algo que aún no se ha solucionado). 

—¿Vas a seguir con la historia o piensas detenerte mucho en tus comentarios?

Perdón, Carola, sigo… Ya con la ropa interior en su sitio, la joven presiona el lateral del casco y de él desciende una pantalla de gel transparente que le cubre el rostro (parece una especie de medusa, una carabela portuguesa, concretamente, pero yo no digo nada).

¡Lista!, pestañea dos veces y se abre la enorme cristalera que hace las veces de puerta principal de la vivienda (en el futuro es todo así de extraño; pestañeas y se abre una puerta, te tiras de una oreja y sale agua del grifo. La humanidad ha avanzado a velocidad de vértigo).

—¿Otra vez?, bueno, ya está bien, ¿no?

Se me ha vuelto escapar, continúo, continúo… En el jardín, Pablo, que cumplió los 18 hace un mes (el azul de su traje ha subido un tono), y Katrina, que lo hará dentro de dos semanas, la esperan como cada domingo a la misma hora. Pero hoy están nerviosos, son conscientes de que no es un domingo cualquiera, hay mucho en juego, sobre todo para Carola.

Hace buen día y los tres deciden caminar en silencio hacia su destino; al fin y al cabo no está a más de diez minutos, a través de los altavoces (futuristas) de la avenida principal suena Super Trouper de ABBA (cien años después la gente la sigue cantando) y el aire huele a colonia de bebé (Nenuco de toda la vida), que las enormes columnas dóricas se están encargando de esparcir cada media hora a través de millones de micro partículas que se dispersan en forma de bruma aromática (fsss, fsss, fsss).

—Bien, hemos llegado, ya no hay marcha atrás. ¡Suerte!—. Carola mira a sus amigos, que asienten con la cabeza antes de introducirse en las cápsulas que llevan su nombre. La suya es la última en aparecer.

La subida ha sido rápida. Sentada dentro de la cabina, atraviesa  varios pasillos hasta que llega a una gran puerta blanca que al detectar su presencia se abre de par en par. El Consejo de Ancianos, con sus orejas curvadas y narices chatas (deformidades provocadas por décadas y décadas de mascarillas quirúrgicas, higiénicas, FFP2 o FFP3), la esperan.

La joven camina con paso firme, sabe lo que tiene que hacer. Elige uno de los sobres (de papel reciclado, que en el futuro son muy respetuosos con el medio ambiente y digo yo que no va a ser todo todo digital) y lo deja en una bandeja de metacrilato que un avispado dron recoge y entrega a una de las ancianas. Tras leer su contenido, la mujer hace una señal y un rosco con letras de la A a la Z rodea a Carola.

Suena una voz. Empieza la prueba.

—Con la A, acto de chocar repetidamente las manos cada día a las 20:00 horas desde los balcones.

—Aplaudir.

—Empieza por la B, apellido del cantante que pasó de ser el amante bandido a ser el amante vampiro.

—Bosé.

—C, período en el que la gente se queda en casa haciendo pan, tiktoks y gastando papel higiénico.

—Confinamiento.

Carola está emocionada. E, F, G, H, I, J, K, L, LL, M, N… Ni un fallo.

—Contiene la Ñ, estado de ánimo generalizado entre la población.

Duda... ¡Qué nervios!

—Eh... ¿Hasta el coño?

¡¡¡Sí!!!

O, P…

—Empieza por la R, título de la canción convertida en grito de guerra que la gente cantaba a todas horas.

—Resistiré.

—Con la S, apellido del director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad en aquellos años.

—Simón, Fernando Simón.

T, U, V… sin problemas.

—Por la W, capital de la provincia de Hubei, en China, donde se produjo el primer contagio.

—Wuhan.

X e Y superadas. Finalmente…

—Con la Z, nuestros tres mandamientos, pilares sobre los que se asienta la supervivencia de nuestra sociedad.

—Higienizar, vaporizar y esterilizar.

Suenan aplausos enlatados, el Consejo de Ancianos hace la ola… Carola ha superado la prueba y con nota alta. Su abuela se separa del grupo y, aunque está prohibido, se acerca a ella. ¡No puede estar más orgullosa!

Una barrera de cristal baja repentinamente del techo y evita que ambas se lleguen a tocar. La abuela apoya una mano, sonríe y le indica a la joven una ranura a través de la cual introduce un sobre (el mismo de antes, que no se puede andar gastando papel a lo loco).

—Lo has hecho genial, mi niña. No lo abras hasta que salgas del edificio.

Se despiden. Las luces se apagan, la cápsula recoge a Carola con su sobre y la conduce hasta la salida. Pablo y Katrina la esperan, ya han abiertos los suyos.

—¿Y bien?, ¿qué tema te ha tocado?, ¿te lo sabías?— Pregunta Pablo.

—No os lo vais a creer; Historia, los terribles años 20.

—¿Covid-19?, ¿cuántas has acertado?— Katrina mira con admiración a su compañera del alma.

Carola abre el sobre y sus dos amigos empiezan a gritar.

—¡Hostiaaaaaaaaaa, 200 pavos!, a mí mi abuelo solo me ha dado 50 y a este el suyo 30 —dice Katrina señalando a Pablo—. Cada vez es más jodido que te suban la paga.

Carola ríe nerviosa y mira hacia arriba, creo que me está buscando… No sé por qué, pero eleva la voz.

—¿Y ahora qué?, ¿no tienes nada que apuntar ni que aclarar? Te has tirado toda la historia apostillando ¿y ahora no dices nada?

No, no pienso decir nada, no hablo. Sé que no me ve, pero me siente... ¿Qué chulería es esta? Un poquito de respeto, que al fin y al cabo, he sido yo la que te he creado, ¡bonita!

Suelta una carcajada. Se va.


Comentarios

  1. Eres excepcionalmente genial y todo eso sin que tu ego se abombe. Me encanta leerte.

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    1. Muchísimas gracias. Me vas a sacar los colores. Yo me divierto escribiendo y si consigo que los demás también, ¡genial! 😅 Y que sepas que a mí también me encanta leerte. Y tu pintura es una maravilla. 😍

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  2. Sin palabras, te superas en cada relato... Brutal.. Enhorabuena Erudita

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    1. No vale. Para ti todo lo hago bien. 🤪🤪🤪. Gracias, amiga. 😍

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  3. Madre mía, que imaginación, me dejas alucinando!! Me encanta!!!

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    1. 🤣🤣🤣🤣🤣. Muchísimas gracias. Me alegro de que te hayas divertido. 🤪

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