Una chica de anuncio

 


Con el paso de los años aprendí, aunque me costó, que las muñecas de Famosa no siempre se dirigen al portal con la idea de hacer llegar al niño su alegría y su amistad, sino que a veces estos seres tienen otras intenciones, y no muy buenas (Chucky, Annabelle…).

También comprendí que no hace falta turrón, aunque sea El Almendro, para volver a casa por Navidad, que la chispa de la vida no se esconde en la Coca-Cola, que el Cola Cao no es el desayuno y merienda ideal por los siglos de los siglos, y que la Nocilla no es tan fantástica porque además de leche, cacao y avellanas esconde kilos y kilos de azúcar que se transforman en grasas que se acomodan tranquilamente y sin pedir permiso en tus caderas (ahora, claro; antes no se llamaba grasa, se llamaba energía).

Más de una vez esperé en el patio del colegio a que un señor con gafas y bigote bajara de un helicóptero y me pusiera margarina Tulipán en el bocata de chorizo Revilla (un sabor que maravilla) que me había preparado mi madre, pero llegó otro señor (repeinadito), uno que me obligó a buscar y a comparar, segurísimo de que no iba a encontrar ningún otro detergente mejor que Colón, mientras que una mujer muy simpática juraba y perjuraba que con Wipp Express el frotar se iba a acabar. ¡Oye! Y no se ponían de acuerdo.

Lo peor fue lo de los viajes en el tiempo. ¡Qué susto!, ¿quién me iba a decir a mí que me encontraría de morros con una señora que decía venir del futuro para enseñarme a usar la lejía? Por suerte, no me explicó cómo limpiar los muebles, para eso ya tenía a mi madre; ella pasaba el Pronto y yo el paño.  Aunque, ahora que lo pienso, de dejarlo todo limpito limpito y sin grasa, los que más sabían eran los de Villarriba (porque los de Villabajo nunca han usado Fairy). Es que no les quedaba ni la más mínima gotita de aceite, La Masía, por supuesto, que era el que usaba el cocinero eficiente y la mamá inteligente.

Pero ahí no quedó la cosa. Con el paso del tiempo, dejé atrás mi primer viaje, mis primeros aplausos, mi primera amiga, mi primera canción y mi primera colonia Chispas, para convertirme en la chica nueva de la oficina, adoptar el nombre de Farala y sentirme divina.

Sinceramente, jamás me dio por enseñar escotazo y buscar a Jacques, aunque, no voy a mentir, yo también soñaba con el frescor salvaje del Caribe de Fa y con que alguien me dijera, “tienes algo, tienes don, tienes Don Algodón”.

Nunca entendí por qué beber Soberano o fumar Marlboro era cosa de hombres. Ni me gusta el coñac ni me gusta el tabaco pero ¡vamos!, ¿acaso tenía que conformarme con un café Marcilla?, ¿tomármelo tacita a tacita? ¡Ah, no! Las cosas, claritas, ¿que no hay Casera? Pues me voy y punto.

El tiempo fue pasando y mientras yo recordaba como cosas del ayer los golpes en la frente cuando me olvidaba la cartera y el Donut, o el mágico momento de redactar mi carta a los Reyes Magos con Bic cristal, que escribía normal (no como el naranja, que escribía fino), mi hermano se agarraba a sus tiempos mozos llevando en su interior Abanderado. Lo llevó desde pequeño, el día más señalado, al cumplir como soldado… Bueno, en realidad esto último no, es objetor.

Poco después me eché un novio, y tenía unas cosas… Decía que los caramelos Praims suavizaban la garganta y despejaban la nariz, así que los probé una vez que se me había terminado el bálsamo mentolado de Vicks Vaporub y tenía un catarrazo que ni con Frenadol (lea las instrucciones de este medicamento y consulte a su farmacéutico). ¡Y funcionó! ¡Fíjate tú!

Pero mi novio, que como el paté La Piara tapa negra, estaba más bueno que el pan, tenía un pequeño problema de sudoración que intentamos solucionar con Rexona, el desodorante que nunca abandona… El desodorante no, yo sí, ¡ja! Así que lo dejé y decidí dedicarme a mí misma y empezar a presumir de pelazo Loreal, básicamente, porque yo lo valgo.

Total, que después de que una señora vestida de rojo me dijera que era mi menstruación, descubrir que las únicas nubes que huelen son las de azúcar y que por mucho que me ponga un Tampax, no voy a poder montar a caballo si no he recibido clases de equitación, he ido a por el más difícil todavía.

Llevo tres horas haciendo el pino (literalmente) esperando a que mi novio (el de ahora) venga a buscarme. Creo que ya he tenido tiempo más que suficiente para comprobar que mi compresa Evax, no solo no se nota, no se mueve y no traspasa, sino que gracias a su nueva tecnología que le da la vuelta a todo, absorbe tan rápido que lo hace incluso boca abajo. Y es que, no hay que olvidar que las acróbatas también menstrúan.

 


Comentarios

  1. Un repaso completo por el mundo de la publicidad😂😂😂😂😂😂 Fantástico!!!!!!

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  2. Jajaajajajajajajaj me ha encantado mi Erudita

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    1. 🤣🤣🤣🤣🤣. Ay, Loly, ¡qué risa! Muchas gracias, guapa.

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  3. Jajaajajajajajajaj me ha encantado mi Erudita

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  4. Es que me parto de risa, Arantza! Lo has bordado. Me encanta!

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  5. Arantza, magnífico, no conozco mucha publicidad Española pero bien gracioso que te ha quedado.

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    1. Ay María, discúlpame, no había visto tu mensaje. Muchas gracias, me alegro de que te hayas reído. 😊 Un saludo 👋.

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