Mi familia y esas cosas

 

Mi nombre es Soco, bueno, Socorro, y soy la mayor de tres hermanos. ¿Por qué?, ¿por qué, qué? ¿por qué me llamo Socorro o por qué soy la mayor? A ver, lo de que soy la mayor es por algo tan evidente como que nací la primera (tampoco hay que ser muy listo), en 1980; pero lo de Socorro… Lo de Socorro es otra historia.

Me llamo Socorro porque así se llama mi abuela paterna y así ha venido siendo durante generaciones. En mi familia, el primero en nacer se lleva como premio el nombre de los abuelos paternos (en mi caso Socorro y Secundino); al segundo vástago le toca el de los abuelos maternos, y a partir del tercero, lo que decidan los padrinos, los padres o la vecina del quinto.

El tema es que, debido a esa estupendísima tradición, tengo once primas que se llaman igual que yo, porque mi padre tiene once hermanos varones, todos ellos tuvieron una niña como primer descendiente y todos, absolutamente todos, optaron por Socorro antes que por Secundina.

La cosa se complica aún más, porque mis primas y yo no solo compartimos nombre sino también el primer apellido, que encima es compuesto, Campos de la Torre. Vamos, que soy un ejemplo clarísimo, de libro, de paciente con crisis de identidad (eso dice mi psicólogo).

Cada vez que pongo en Google mi nombre completo, María del Socorro Campos de la Torre, me da un vuelco el corazón. Una de mis primas ha estado en la cárcel por estafa, otra se metió en política y una tercera es la lideresa de una secta satánica.

También las hay normales, de las que tienen una guardería, hacen pastelitos, juegan al tenis o trabajan en una asesoría laboral. ¡Ah! y la más joven de todas no nació Socorro, nació Secundino, pero tras varias operaciones, aquí está, con ella tenemos la docena completa.

Por si esto fuera poco mis progenitores son primos entre sí. Tal cual, primos hermanos, primos carnales, primos, primos... Mis dos abuelas son hermanas, así que cada dos apellidos tengo uno que se repite, aunque por suerte todo eso no cabe en el DNI.

Total, que mi padre es cuñado del hermano de mi madre pero también es su primo y, además, la madre de mi padre no solo es la suegra de mi madre sino que también es su tía.

Sé que no es fácil de entender, pero aquí estamos todos y nos llevamos la mar de bien. Por cierto, puntualizar que tanto mis hermanos como yo somos completamente normales. Lo digo por si las dudas, que conste.

Y hay más. Mis abuelas tienen un hermano y cuatro hermanas. Son siete en total. Una de estas hermanas, Frasca, que, como el resto, es mi doble tía abuela, está casada con el hermano del primer marido de la hermana de mi abuelo paterno, Flora, que, tras enviudar, se casó con su propio cuñado, que también quedó viudo al fallecer su mujer, que era hermana del marido de mi doble tía abuela Frasca y del de mi otra tía abuela (esta vez sin doble), la tía carnal de mi padre.

Para más inri, resulta que el marido de mi doble tía abuela Frasca, el primer marido de su cuñada Flora (mi otra tía abuela por parte paterna), y la mujer del segundo marido de ésta que, como ya he dicho, son los tres hermanos, pues son además primos carnales de mi abuelo materno.

Por cierto que, hablando de todo un poco, mi padre se compró hace años un Volkswagen Passat color gris tormento al que llamó Frasco, porque decía que tenía el mismo culo que su tía (también tía de mi madre), aunque nunca he sabido exactamente a qué se refería.

Y esto es, en resumen y sin entrar en profundidades, lo que le tengo que explicar a mi hija de diez años, para que haga el árbol genealógico que le han mandado en el colegio.

Ya he pedido cita con la maestra, a ver si explicándoselo a ella directamente, no me deja a la niña para septiembre, que el día 8 tenemos el encuentro anual de primas y ya hemos reservado un hotelito con spa en Andorra.